martes, 2 de diciembre de 2014

Mas relatos de mi escroto

El sex-chef nunca se había encontrado con un situación como aquella, que lo va descol•locar. No osaba hacer pagar la estancia a la mujer, que se echó a llorar mientras se ponía la ropa, que era un uniforme con su nombre bordado: Ruiseta Ruiz.
Mientras ella sollozaba sentada en una butaca inclinable entapissada en eco-piel, la Asenci estaba clavadíssim. Ni sentía los timbres de algunas cámaras que requerían asistencia. Estaba inmerso en un nuevo mundo que lo imbuía la Ruiseta. Se le acercó y la invitó a comer croquetas todavía humeante, tan muy enlucidas y nada olioses. Ella sonrió con una timidez nada industrial y va pinçar una con una gracia sublime. El hombre se notó poseído por cada gesto y expresión femeninas. Enseguida le acercó una de las copas y cómo que la otra había quedado sin comensal hizo el papel.
Ella casi hacía besos a la copa y él, uno detrás la otra, un trago de lobo. La Ruiseta, que entonces ya cruspia las croquetas, víctima del excedente de jerez, embriagada, le explicaba la razón de ser allá. El que había marchado, en Duli (su jefe, Obduli, pero que se restaba el 'ob' porque le recordaba la marca de tampones que usaba su primera mujer), la hacía satisfacerlo y que callara, que esto le vendía de costumbre de los machos de la familia y no podía extirparse rituales genéticos, apart que pagaba bien. Ella consentía: el trabajo de hacer vueltas a una rotonda vestida de novia gótica la mareaba rotundamente –y además sufría de gastament de rótula a la rodilla izquierda-, cada día tenía que hacer cincuenta y cinco por la mañana y cincuenta y una por la tarde. El puesto de trabajo, muy situado, en zona de polígonos de muchos sectores, arraïmava posibles compradoras y compradores, alienígenas incluidos. La belleza de la Ruiseta, el escote, los talones de dos palmos, tanto de blanco, los cabellos hasta media espalda de un rubio que emitía rayos astrals, conseguía que le pidieran catálogos (y otras cosas) y así cada fin de mes podía pagar la hipoteca de los padres, de la hermana, del primo y de los veins, que la Ruiseta era de estimar y dar y de aquí no la saques. 
El Asenci calculó las vueltas con objeto de día: cien seis. 
Fuente:
http://videosdesexogratisyrelatos.wordpress.com/2014/07/24/el-sueno-que-tuve-por-ver-un-video-porno/
http://videosdesexogratisyrelatos.wordpress.com/2014/07/25/follando-con-un-gay-y-con-un-maduro/
https://videosdesexogratisyrelatos.wordpress.com/2014/07/27/follando-como-en-video-gay/
http://videosdesexogratisyrelatos.wordpress.com/2014/08/11/dos-lesbianas-para-un-casting-porno/
http://videosdesexogratisyrelatos.wordpress.com/2014/11/16/breve-historia-de-porno-italiano/
https://videosdesexogratisyrelatos.wordpress.com/2014/12/02/relato-para-pasar-el-rato/
https://videosdesexogratisyrelatos.wordpress.com/2014/12/02/el-chef-de-los-videos-porno/
http://videosdesexogratisyrelatos.wordpress.com/2014/12/02/mis-relatos-favoritos-sexo/
Cien seis!
Va badar la boca y los ojos se le van esbatanar. Un hormigueo le resiguió cada miembro del cuerpo, como risitas de un consenso inefable que el alma detectó.
Mientras ni intentaba entender aquel descubrimiento, la Ruiseta, de golpe, tenía a la boca el chicle de la copa, y lo usaba para crear una burbuja gorda gorda que podía hacer sufrir un ataque de corazón a cualquier inmobiliaria.
Estalló y le quedó enganchada por la cara. El efecto del jerez que había empapado se extendía por todas partes y penetraba.
La puerta se había cerrado con el impacto de la explosión. La mesa había pasado a reconvertirse en cama de somier articulado que no articulaba a coger el cómo del despliegue mientras el colchón de viscoelàstica de extracto de soja comprendía que su elasticidad y la del chicle serían cómplices de...muchas cosas.


Reían, los dos. Reían mientras se besaban. El delantal del sex-chef creó una repentina muntanyeta y una mano de la Ruiseta la escaló. El jerez seco provocaba una mullena imparable y una siete que van saciar a copia de coitos consecutivos que irradiaban joya. El Asenci y la Ruiseta ni se dieron cuenta que los de los timbres, cansados de esperar, habían hecho ninguno allá y los estaban mirando con dentetes, apilonats y sirviéndose jerez para poder emularlos.

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